lunes, mayo 16, 2005

La Nación de hoy

Del dia de la fecha rescato varias cosas: en enfoques se debate si Yalta fue un craso error o un paso inevitable. Considero acertado que Bush se congraciara con los pueblos de Europa del este. Tuvieron que esperar 45 años más para gozar los beneficios de libertad. Alguna relación guarda un -como de costumbre- genial artículo de Carlos Alberto Montaner. A la luz de la iniciativa de Chavez (ALBA) describe que su objetivo no es competir, como sí pretende el ALCA. Por eso mismo, y por la cercanía ideológica, el ALBA tiene mucho más en común con el fallido CAME socialista. Cito cómo lo remata:
¿Por qué fracasó el CAME? Precisamente por lo que pretende hacer Chávez con el ALBA: por comerciar sin competir. Los comunistas, adictos a la planificación, se asignaron tareas. A los rusos les tocaba la responsabilidad de suministrar petróleo (como ocurre hoy con Venezuela). Los alemanes y polacos construirían los barcos. Los eslovacos, las armas. Los cubanos aportarían el azúcar. Los búlgaros, húngaros y checos, los productos agrícolas, las carnes, los embutidos y cierta industria ligera. ¿Para qué seguir? No había creatividad. No había empresarios decididos a triunfar. Los intercambios los planeaban y ejecutaban aburridos burócratas que tomaban las decisiones mecánicamente, siempre bajo el dictado de los comisarios políticos. Al final lograron un resultado asombroso: por primera vez en la historia se consiguió un modelo de negocios en el que todos perdían. Por eso, cuando en 1991 desapareció la URSS, inmediatamente los integrantes de ese organismo huyeron sin dudarlo hacia el mercado y la competencia. Ya habían conocido los "justos términos del intercambio socialista". Eran el horror.

En la sección de economía rindieron holgada pleitesía al Nobel Paul Samuelson. Este mítico economista, probablemente a partir de su prestigio, o más bien marketing, ha sido sobrestimado como nadie en la disciplina. Utilizó su olfato para acercarse a la moda (pegarse o despegarse de Keynes, retomar o no a los neoclásicos, admirar la planificación soviética, brincar de Chigago en Harvard) más que para constituir una teoría económica sólida y veraz. Evidencia de esto hay en las 18 reediciones, semejantes a vaivenes que incluyen hasta una versión latinoamericana. Viendo lo dispar de su trayectoria Martin Krause le da con todo, sin perdonarle su desconfianza en los procesos naturales de mercado.

No hay comentarios.: