Siempre se ha discutido sobre los motivos de la revolución norteamericana, en el intento de salir del monocorde stamp act y Boston tea party. Motivos alternativos abundan, y así debe ser, cuando por efecto del mercantilismo la economía de una colonia es manipulada énteramente por la metrópoli.
La gente tolera que un gobierno regule toda su vida desde que nace hasta que muere. De hecho las regulaciones del mundo anglosajón en el siglo XVIII son minúsculas en comparación con las actuales (tres siglos de creciente legislación dejan su impronta). Lo que no tolera la gente es que las regulaciones absurdas provengan de afuera, y tanto motivó la falta de representación en este tipo de decisiones en la revolución norteamericana, como también en la guerra civil, a la cual algunos denominan segunda revolución norteamericana.
El que alguien instituya una regulación absurda es molesto, sea extraño o autóctono, pero sólo el segundo tiene legimitidad para hacerlo, de modo que es frecuente ver gente aplaudiendo (ya no tolerando) las imbecilidades de sus connacionales, por el sólo hecho de serlo, como si el origen veráculo transformara lo disparatado en elocuente.
Los revolucionarios norteamericanos se liberaron de las regulaciones de Gran Bretaña sólo para que la primera o segunda generación de descendientes nadara en otra marea de regulaciones, ésta vez autoimpuestas, por ende con legitimidad. Restaba definir si el organismo facultado por excelencia para reglar la vida de las personas era el estado o el gobierno federal. La desavenencia sobre el asunto provocó la guerra civil.
Al margen de esta tesis de "Serán incompetentes, pero al menos son nuestros incompetentes", radica una nueva de William Fogel centrada en datos demográficos. La información que ha recuperado es valiosísima, y nos permite saber que por ejemplo en 1775, la esperanza de vida en Norteamérica era de 53.5 años, mientras que en Gran Bretaña era de 36.5. La dieta de los colonos y la abundancia de tierras les permitía vivir y crecer más. Estos datos son interesantes, pero ¿Cómo los hilvana el autor en relación con la rebelión? Acá es donde me parece que su planteo flaquea. Supuestamente los gobernantes ingleses conocían la aptitud fornida del colono norteamericano, y creyeron tener rienda libre para esquilmarlo. Los norteamericanos, en contrapartida, sospechando esta movida, se rebeleran para preservar el american way of life. Entonces, según esta tesis, no son determinantes los suceses políticos y económicos que llevaron a los ingleses a hacer más tirante su relación con las colonias y éstas a responder con animosidad, sino más bien una mutua observación de los caracteres físicos a ambos lados del océano. La envidia de los ingleses y la suspicacia de los norteamericanos, junto con la intransigencia de ambos -integrando así con otras tesis- habría catapultado la guerra.
Me parece más convicente aplicarlo para la Guerra de 1812 (a la que algunos también llaman segunda guerra de independencia) donde verdaderamente hay que buscar motivos donde no los hay, en lugar de la guerra de independencia, casi inevitable.
Esta tesis vendría a combinar un factor demográfico-estructural (dieta y esperanza de vida) con uno mental (displicencia a partir del conocimiento de éstos), o sea su consecuencia.
Corresponde entonces indgar sobre el real influjo que dicha información puede haber tenido, dado lo precario de las comunicaciones y la escasa alfabetización.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Interesante tú artículo sobre la Revolución norteamericana.
Con todo, muchos intelectuales en latinoamerica siguen hechizados con la Revolución Francesa.
Publicar un comentario