"¿Está de acuerdo con que el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires promueva durante el año 2007 la creación de la policía con competencia en materia contravencional y de faltas, mientras se sigue reclamando al Gobierno federal la transferencia de los servicios de prevención y represión del delito que actualmente presta la Superintendencia de Seguridad Metropolitana de la Policía federal y los recursos presupuestarios correspondientes?"
Cuesta hablar de autonomía desde una posición, una mentalidad y un régimen jurídico municipal/comunal, por más híbridez que haya traído la reforma constitucional de 1994 y más allá de los aires emancipadores que hoy respiran los discursos. Hasta que se logre la "transferencia de servicios, etc", se tendrá que justificar la existencia de 2 policías como una espera necesaria.
En el estado actual de las cosas, la forma más expeditiva de manejar a la policía "como si fuera local" sería que gane Filmus e influya extraoficialmente sobre el ministerio del interior del gobierno nacional del que forma parte. A ese tipo de manejos puede estar refiriéndosese por integración. Si es eficaz, tal vez le dé votos; dicen los encuestadores: eficacia y gestión es lo que buscan los ciudadanos. Con su consigna de resolver los problemas de la gente, Macri saca una ventaja importante tanto cuanto más credibilidad gana, en la medida que va alejando de la enturbiada imagen que tenía en 2003. Para bien de todos, no volvió a mencionar el proyecto orwelliano del banco de ADN, o el de elevar penas para cuya sanción legislativa y aplicación no tiene potestad alguna, concentrándose en cambio, en frases efectistas, aunque no sea esa la efectividad demandada por la gente. Una frase en particular me resulta de agrado, por más que su sola enunciación no sea garantía de nada, si no se la aplica correctamente.
Macri habla de "cuidar el mango". Es una de las pocas PROpuestas no estatistas que se han visto en la campaña, además de la de no subir los impuestos, compartida por los 3. Digo que debe aplicarse correctamente porque una subejecución o reducción presupuestaria en un área importante puede generar graves perjuicios, pero bien destinados los recursos consiguen redundar en un mejoramiento y rendimiento en la prestación de los servicios, aparte de evitarnos gastos superfluos.
Escuchaba a Duhalde hace poco decir algo muy cierto: la administración o gestión es el arte de asignar las prioridades. Proporcionar recusos a una u otra área podrá ser una decisión política, pero es fundalmentalmente una decisión económica, evidenciada por la multiplicidad de necesidades a llenar con recursos limitados. Es en este sentido que dirigir de forma inteligente la asignación de prioridades y que al hacerlo se cuide el mango luce como la propuesta más sensata en una ciudad que tiene problemas estructurales de difícil o costosa resolución, pero que no pasa en lo fiscal por su mejor momento. Allí es donde uno, por ejemplo, se puede permitir dudar sobre la viablidad de sufragar dos policías, o el ritmo al que las plazas han de ser refaccionadas, o la conveniencia de arreglar los baches provocados por un tránsito que no se puede soportar.
Cuidar el mango también es otorgar las licitaciones a los mejores y no a uno mismo o a los amigos -en esto espero que haya control de la oposición-; cuidar el mango es no embarcarse en proyectos para cuya concreción se requieran varios períodos, a sabiendas que un gobierno sucesor de signo opuesto no lo continuaría. También es cuidar el mango, y no pura cortesía, ejercer junto a la Nación todas las facultades concurrentes que sean convenientes a la ciudad, y no obstaculizarlas por razones políticas. Ojalá que el ganador, especialmente el favorito, quien se ha comprometido particularmente a ello, cuide el mango en atención a la satisfacción de las mayores prioridades. Macri ha sido lo suficientemente precavido como para no mencionar palabras-tabú como reforma de estado o reforma fiscal. Aunque mucha gente lo vote sin el mayor de los convencimientos, podrá de todos modos hacerlo siempre que Macri no traiga consigo cucos, tanto en las palabras que conforman su discurso como en las personas con las que se rodea. Hablar de inclusión social y coequipar con Gabriela Michetti es cool desde la estrategia electoral (no tan cool como Telerman, pues no puede pasarse por alto que el padrón electoral no se agota en los ciudadanos de 20 años).
Si gana Macri, efectivamente se habrá verificado un cuestionamiento a las ideas clásicas que teníamos respecto a la política local. Para empezar, que la ciudadanía porteña vota mayoritariamente progre. En su corta existencia demoelectoral ha sido siempre así, pero podría cambiar, en cierto sentido derechizándose. Otra posibilidad es que el discurso ideológico que distingue entre derecha e izquierda ya no juegue un papel preponderante, rol minoritario en el que hoy se puede abarcar también a los partidos tradicionales (peronismo y radicalismo). Puede ser que en lugar de proclamas, el electorado esté ávido de soluciones. Los 3 candidatos principales han adaptado muy bien su marketing a la demandas existentes. Por eso se puede decir que no sólo no juegan partidos tradicionales enarbolando proclamas fundacionales (Telerman no ha utilizado a su provecho la moralización que propone Carrió), sino que se puede ubicar a los 3 candidatos en posiciones netamente centristas atendiendo a problemas municipales. Cuánto más micro es la administración, más difícil es de ideologizar. Un bache no es de derecha o izquierda, lo que no quiere decir que promocionarse como el gestor que lo arreglará no revista pretensiones discursivas, ni que dicha promesa sea ipso facto incompatible con toda finalidad noble y sincera.
Todo el país mira expectante, porque terminada la elección las conclusiones desde "afuera", desde los políticos con proyección provincial y nacional, serán diferentes a las que se están adelantando. Serán traducidos al lenguaje de cada partido o coalición.
No se hablará ni de gestión, ni de centro ni de baches, ni de autonomía ni de integración, sino de proyecto nacional, de contrato moral, de propuestas republicanas, mientras las acusaciones al rival girarán en los términos de derecha reaccionaria, misticismo, radicalismo, peronismo, hegemonía y demás casi-insultos. Algo de ese lenguaje por ahí se empiece a percibir en la carrera hacia el ballotage en la capital.