Las armas, los juegos, la música, el cine y la tv. Todos son increpados por los buscadores de respuestas monocausales por fuera del propio delirio del asesino Choe. Todos devenidos en sociólogos y psicólogos de las circunstancias marcadas por la impronta de este psicópata o (de forma más condescendiente) sociópata.
Conocedora de las diatribas de las que con frecuencia son objeto los juegos en estas pseudo-emergencias, la sociedad gamer se percata de semejante injusticia. Allí un lector nos acerca un dato por demás interesante: el asesino no tenía en su dormitorio juego alguno. Para más detalles, nuestros hermanos de gaygamer hacen inventario de los objetos que sí se encontraron.
Diegol se pregunta, no tanto sobre las causas de la conducta irracional del asesino, sino el por qué de tan mansa respuesta por parte de las víctimas. Se me ocurre que aquí en escenarios de crisis operan conductas diferenciadas de aquellas identificadas con la normalidad. Resaltan del ser humano las actitudes extremas: la reserva absoluta y la entrega abnegada. Lo primero suele ser la regla y lo segundo la excepción, al menos en una mayoría de personas de las que no son esperadas el último comportamiento, a tal punto que el derecho no exige acciones heróicas (diferente es en las vocaciones de policía, bombero, militar, paramédico, etc, donde el límite entre lo exigido y lo esperado es más borroso).
La masacre hasta ahora nos arroja más preguntas que respuestas, así que a dudar mucho de quien se arrogue la "posta".
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1 comentario:
gracias Marcos, sobre todo por el dato de que no tenía juegos...
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