martes, diciembre 23, 2008

Zapateo iraquí

Bueno volví; prosigo donde me quedé. Bush y su relación con los zapatos eran la noticia mundial cuando desaparecí. Aunque la noticia sea vieja, no puedo dejar de marcar algunos puntos al respecto.
Bush podrá ser un verdadero zapato, pero ante el lanzamiento de un zapato veloz fue todavía más rápido en esquivarlo. Y es que al oler algo mal se lo vino venir. Al zapateo iraquí respondió con un tap tap consistente en el doble movimiento de elusión de los proyectiles.
Después de 5 años pisando fuerte en su búsqueda sin término de WMDs, con este terrorista enfrente Bush finalmente parece haber encontrado la horma de sus zapatos. A todo esto, ¿que dirá uno de sus ideólogos, Max Bota?
¿Estará celoso por la repercusión acaparada por los zapatos en desmedro de las botas como él, o se pondrá contento por el logro familiar? Después de todo, a botas y zapatos los une el parentesco. Ni hablemos de Zapatero.
Es cierto lo que dicen una carta de lectores y otros de la misma opinión: esto con Saddam Hussein no pasaba. Sucede que en aquella época el bajo precio del petroleo no permitía a los periodistas acceder a zapatos (se asume, además, que los zapatos arrojados no se recuperan).
Si el periodista iraquí hubiera sido Maxwell Smart -el agente 86-, lo que le habría estado pasando a Bush sería una llamada en del zapatófono.
Como dijo Nik, el periodista iraquí estaba bien calzado. Y como decía un chiste de por ahí, ¿qué pasó que ningún agente del servicio secreto se lanzó a interceptar el curso del proyectil? Lo habrá supuesto más peligroso que una bala.

3 comentarios:

hugo dijo...

si retienen el corpus delicti arconte marcos, su propietario no se los va a poder dejar a los reyes magos, porque con la miseria que debe haber por esos lares no creo que tenga otro par...

felicidades para vos también!!!

Marta Salazar dijo...

ja ja, muy bueno Markus!

MarcosKtulu dijo...

Hugo, los zapatos los quemaron, como cuando quemaban los cadaveres de los jerarcas nazis y esparcian las cenizas al viento, para que nadie pudiera hacer del lugar de descanso un santuario.