Con ustedes Naomi Klein, una capitalista de aquellas. Me encanta usar el análisis cuantitativo de discursos en casos que, como este, se percibe tan claramente la fijación a una muletilla. Adivinen de quién es la culpa.
-¿Hasta qué punto el "capitalismo del desastre" que usted describe es nuevo?
-El uso del desastre para impulsar el capitalismo es un truco bastante antiguo. Uno de sus ecos históricos está en la época colonial, por ejemplo en los relatos de los primeros colonos de América del Norte, que veían las plagas que mataban a los nativos como un trabajo de Dios para limpiar la tierra. Lo nuevo es que los desastres mismos hoy son la frontera para la privatización. El desastre se usa para hacer avanzar la agenda capitalista, pero además hay conciencia de que cada desastre es una oportunidad de negocios para reemplazar al Estado.
-¿Cómo influyó en su análisis el haber vivido en América latina?
-Nunca habría escrito este libro si no hubiera vivido en la Argentina en este período clave del comienzo de la guerra en Irak. Ver el modo en que mis amigos argentinos interpretaban la guerra, que era totalmente distinto del modo en que estaba siendo interpretada en Europa y los Estados Unidos, fue una nueva perspectiva. Entendí la violencia con que el neoliberalismo había sido impuesto en el Cono Sur como su primer laboratorio. Este libro es un análisis latinoamericano del neoliberalismo. Sus ideas son profundamente conocidas y comprendidas en América latina y lo han sido por décadas. El modo en que la historia ha sido contada es que el neoliberalismo tuvo un nacimiento sangriento en América latina y luego creció y se volvió más democrático y respetuoso de los derechos humanos. Pero lo que se ve en Rusia, en Polonia, en China, es que allí había conciencia de estar imitando el modelo latinoamericano.
-¿Qué tiene de particular la "reconstrucción popular" como respuesta al neoliberalismo que usted ve en América latina?
-Dado que el neoliberalismo llegó a América latina primero, el rechazo también empezó aquí antes. La reconstrucción popular está aquí más avanzada, además, porque hay una comprensión profunda de que el neoliberalismo nunca fue un proceso democrático. En ninguna otra parte del mundo hay un rechazo del consenso neoliberal tan claramente articulado, aunque podemos discutir si ese rechazo ideológico se traduce luego en políticas concretas.
-Muchas formas de democracia directa que se desarrollaron luego de la crisis de 2001, como las fábricas recuperadas, que usted conoce, parecen haberse debilitado.
-No estoy segura de que sea así. En la Argentina, el gobierno rechaza la retórica y cierta realidad del neoliberalismo, pero no apoya de manera correspondiente la democracia directa y los mecanismos cooperativistas. Si se mira lo que pasa en Bolivia y Venezuela, se ve que si el Estado lo toma como un modelo económico alternativo, puede crecer muy rápido y ser parte sustancial de la economía. Pero esto no sucede sin apoyo del Estado.
-Justamente, mucha gente piensa aquí que, más allá de un cambio de discurso, la misma dirigencia política se prolonga.
-Lo que se ve aquí es una diferencia muy clara con lo que pasa en Bolivia o Ecuador, donde hay nuevas fuerzas políticas que responden a movimientos sociales. En la Argentina, en muchos aspectos se mantiene una relación de fuerzas tradicional y ésa es justamente la razón de que no haya más apoyo de los Kirchner a modelos como los de las fábricas recuperadas, porque desafían el modelo clientelista. Si la gente dice que no quiere depender de la asistencia del Estado, es una demanda política peligrosa. De todos modos, es mejor que la era Menem.
-¿Es optimista cuando mira el panorama mundial?
-Hay razones para la esperanza, pero también para la precaución. Las resistencias que estamos viendo pueden ser amenazadas por el neoliberalismo. Es peligroso cuando se oye a la izquierda celebrar demasiado la crisis de los mercados. El mundo que queremos tiene que ser creado, no sucederá si lo dejamos a las fuerzas del laissez faire . Soy optimista cuando miro a los Estados Unidos, donde el desastre neoliberal se ha vuelto evidente para los norteamericanos. Pero al mismo tiempo hay una derecha nacionalista muy poderosa que está tratando de apropiarse de ese desencanto. Es increíble la aceptación que ha ganado el discurso racista en los últimos años.
-¿Qué impacto querría que tuviera el libro?
-Este libro intenta preparar a la gente para el próximo shock, porque lo que vimos después del 11 de Septiembre es que estamos a merced de líderes que nos manipulan y pueden destruir nuestras libertades civiles y nuestra democracia, y vender nuestros países a corporaciones. Espero que este libro dé a la gente algunas herramientas para poder anticipar estas tácticas.
- ¿Se preguntó alguna vez si el capitalismo es tan poderoso que puede resistir críticas como la suya?
-Claro que puede hacerlo. Lo único que amenaza al neoliberalismo es un rechazo masivo. Los libros sólo pueden proveer algo de munición intelectual para los movimientos sociales. Eso trato de hacer.
-¿Cómo ve el movimiento antiglobalización y la intervención de estrellas como Bono, líder de U2, en los foros mundiales?
-El movimiento antiglobalización fue una etiqueta que no funcionó. Siempre tratamos de explicar que éramos muchos movimientos y que éramos "antineoliberalismo". No tuvimos ese problema en América latina, porque aquí hay una comprensión profunda del colonialismo y de cómo nuestros países son producto de una era más temprana de la globalización. Hoy, el desafío del neoliberalismo continúa. Se ve claramente en la crisis del FMI y el Banco Mundial y en que los blancos de las protestas están enfrentando una crisis de legitimidad. Pero al mismo tiempo tenemos este fenómeno extraño en que los Bono del mundo han reemplazado la presión popular. He sido muy crítica de eso públicamente.
-¿No funciona mejor?
-No funciona para nada. Al planteaerlo como la cuestión técnica de transferir ayuda a Africa, lo que se hace es disfrazar la dinámica real del poder. El neoliberalismo es un sistema que sirve a los ricos muy bien. Su historia es la desigualdad en la distribución de la riqueza. Eso está todo cubierto y oculto en la "bonización" de la política. Para reconstruir el desastre del neoliberalismo, hay que atacar esa desigualdad directamente: no hay otro camino.
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martes, abril 22, 2008
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2 comentarios:
No se si son las horas de laburo o la cantidad de veces que esa mujer dice Neoliberalismo, pero me costó horrores seguir la entrevista...
La Nación es "de derecha", no?
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