Hoy se conmemoran 61 años de la bomba en Hiroshima. Hace un año, con reservas partidario de la solución (así como apoye la invasión a Iraq en su momento), no entendí bien a qué iba Larry Nieves (Lorenzo Snows) cuando predicaba solo en el desierto. Tomó un buen tiempo para darme cuenta que escritores como Thomas Sowell y Victor Davis Hanson en realidad estaban proporcionado el sustento teórico para justificar un gravísimo error. Por lo que pude extraer de ésta y otras lecturas la decisión tiene mucho de reprochable, toda vez que otras variantes eran menos lesivas.
Antes que exteriorizar un sentimiento de culpa por lo ocurrido, varios políticos e intelectuales se abocaron a arraigar mitos con la intención de lograr la aprobación de un muy pesado juicio de la historia. El primero fue Truman, quien a través de diferentes manifestaciones defendió, junto a otros ideólogos, los mitos en torno al bombardeo; a saber:
(1) Que un cálculo sobre el costo en vidas norteamericas para la invasión territorial de Japón se estimaba entre 100.000 y 1.000.000 de muertos.
(2) Que Hiroshima era una base militar
(2)' Que Hiroshima era una base industrial
(3) Que quebraría la moral japonesa
Un somero escrutinio sobre estos argumentos denuncia enseguida su falsedad.
(1) Las estimaciones registran mucha variación una de otra, lo que muestra la imposibilidad de calcular una cifra a priori. Cifra además, y principalmente, hipotética.
(2) Como toda ciudad grande, para los militares japoneses Hiroshima era propicia para defender (léase: defendible) y tentadora de acuartelar, en especial porque los norteamericanos deliberadamente evitaron bombardearla para facilitar allí la concentración de recursos japoneses, eventualmente a destruir con la nueva tecnología. No obstante, la ciudad no figuraba entre los 33 principales objetivos militares, y las unidades y comandos en el area se encontraban en las afueras, lejos del alcance de la bomba.
(2)' La capacidad industrial de Japón, y por ende de Hiroshima, estaba diezmada por la falta de materias primas y recursos energéticos, provocada por la destrucción de su marina mercante. Además, como en el caso anterior, las facilidades industriales se encontraban en los alrededores de la ciudad, fuera de la onda expansiva.
(3) Índices registrando el optimismo de la época muestran que la esperanza japonesa de poder seguir luchando era alta. No ignoraban su desastrosa situación material, pero no podían aceptar la derrota incondicional, la que suponía la renuncia de su emperador (divino). La insistencia de Truman trabó toda negociación, cuando esa cláusula, supuestamente no negociable, en definitiva fue accedida por las autoridades norteamericanas, que dejaron en su lugar a Hiroito, abriendo camino a la pacificación.
domingo, agosto 06, 2006
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2 comentarios:
La guerra tendría que haberse manejado de otra manera,ya se que lo mejor es que no se inicie pero una vez ahí las cosas deben manejarse con un mínimo de lógica. Una invasión con marines hasta Tokyo hubiera sido mejor.
Una preguntita, como hago con para poner links al blog? Me podrías añadir a tu lista? Dicculpa las molestias.
La invasión quizás ni si quiera hubiera sido necesaria si se sentaban a negociar. Ahí la guerra podría haber terminado antes, con menos muertes y sin humillar a los japoneses.
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