Terminé de leer la biografía de John Adams. Las 650 páginas me insumieron buena parte de las vacaciones -las leí a ritmo variable y en simultáneo con otros libros-, mas, entretenidas e informativas, tengo la seguridad de afirmar que valieron la pena.
Con la copiosa correspondencia personal de Adams citada siempre desde la fuente, McCullough ensambló lo que se lee un poco como novela, un poco como autobiografía, nunca como tediosa crónica epistolar. Miles de cartas escribió Adams durante su larga vida, la mayoría en intercambios con su mujer Abigail, así como en los últimos años con Thomas Jefferson. A la pluma incisiva no le faltan estilo, mucho menos temas por tratar, siempre ordenados según el criterio del biógrafo. De su parte como del protagonista y su mujer hay detenidas descripciones que no escatiman trazos al dar a conocer detalles típicos de la época, de los lugares, de los cambios operados.
Se dedican páginas a las privaciones y pestes generadas en Nueva Inglaterra durante la guerra revolucionaria; a la fastuosidad de la corte francesa; asimismo se deja constancia elocuente de los olores, la suciedad de las grandes suciedades, la miseria de la campiña española, la peculiar personalidad forjada por el comercio y el clima en los habitantes de Amsterdam -donde a raiz de una posible fiebre amarilla que agarró, Adams suspendió la correspondencia y entradas en el diario personal por meses-. Pueden sobreabundar estas descripciones tan situadas en lo pequeño y elemental, como las comidas; los materiales con los que se fabrican las cosas y de dónde se proceden; o el rigor de los viajes. Ayudan, no obstante, a ubicarse en un espacio y tiempo que nos es ajeno.
La sorpresa suele ser mucha y la impresión grabada de inmediato cuando una persona oriunda de un pueblo de Massachusets tiene la oportunidad de viajar seguido contra todas las dificultades y la incomunicación generalizada de la época. Para ponerlo en contexto, McCollough recuerda que la persona promedio de la colonia, en toda su vida no se aleja más de 50 millas del lugar donde nació. Efectivamente, recién en las primeras décadas del siglo XIX se emprenderán las ansiadas obras de infraestructura con el fin de mejorar caminos y construir canales, acaso el primer paso de la fenomenal expansión colonizadora hacia el oeste.
Por el aislamiento de las colonias, cuando a Adams le toque viajar será el primer o de los primeros norteamericanos en pisar muchos lugares. Más adelante la temprana época y edad de la república lo tendrá muchas veces como innovador cuando ejerza la vicepresidencia y posteriormente la presidencia.
Yendo al objeto principal del libro, ¿quién fue John Adams? No podría resumir aquí sus 90 años de vida, menos viendo que la elegante prosa de McCollough tampoco es absolutamente exhaustiva, pese a la extensión. Algunos momentos de la vida pasan con fugacidad o el biógrafo directamente no los registra. Como me referiré más adelante, se puede hacer un deslinde de 3 épocas distinguibles en la actuación pública de Adams, pero asiéntese que, ante todo, fue un político. No lo fue aún de chico (nadie nace político, aunque su hijo John Quincy se aproxima a la excepción), y ya no más una vez retirado tras terminar la presidencia -en la cual no fue reelegido-: con todo, entre medio queda un extenso período de 45 años de vocación al servicio primero del pueblo natal, luego del estado y finalmente la confederación devenida en estado federal con la ratificación de la constitución de 1787.
Siempre ocupará algún tiempo en la reflexión, lectura y escritura, con la permanente preocupación puesta en los sistemas políticos. A esta faceta McCullough le dedica, para mi gusto, muy poco espacio. Para el que le interese, el pensamiento y la obra escrita deben seguramente ser complementados con la lectura de otros libros, cuando no consultados de modo directo en los trabajos de referencia firmados por Adams. En una biografía de tanta atención a la vida familiar y política -un detallado relato en el que sorprende la ausencia de la más mínima indagación sobre la religión del protagonista, y apenas se habla del origen puritano de su familia- esquemáticamente alcanza a quedar en claro la inquietud intelectual de Adams por la limitación del poder y la forma de instrumentar un sistema de checks and balances (frenos y contrapesos).
Su filosofía política está marcada por la impronta de Montesquieu, en cuanto ha de tomarse con cuidado la sola naturaleza humana librada al ejercicio de poder. De autores clásicos, en particular del estoicismo, rescata el compromiso e ideal de la virtud cívica. Entre sus anotaciones personales de principios de los 1770's figuran una serie de apotegmas sobre lo que entiende mejor para resguardar las libertades públicas.
The preservation of liberty depends upon the intellectual and moral character of the people. As long as knowledge and virtue are diffused generally among the body of a nation, it is impossible they should be enslaved....
Ambition is one of the more ungovernable passions of the human heart. The love of power is insatiable and uncontrollable....
There is danger from all men. The only maxim of a free government ought to be to trust no man living with power to endanger the public liberty.
Volviendo a la vida pública, y para ser simplista, la separaría en tres etapas: Patriota, diplomático y vicepresidente/presidente.
Con relación a la primera, en el principio era un abogado constitucionalista de opinión cada vez más influyente en los asuntos públicos de la colonia. Tal es así que suya fue una de las más sonoras voces que se alzó contra los sucesivos actos de arbitrariedad del gobierno británico, cuando éste se desviaba del common law -tan conocido por Adams- por el cual debía regirse.
En sus planteos fue vehemente, no extremista, mucho menos violento, y reclamó a los colonos observar la justicia tanto como lo hizo con los británicos. En el clima de alta conmoción a partir de 1765, originado en la sanción del Stamp act (ley de sellos o timbres), Adams pondrá toda la reputación en juego en 1770 para defender y conseguir la absolución de los soldados británicos injustamente acusados de asesinar a varios colonos en una refriega callejera. La defensa en juicio, que no ha de denegarse a nadie, y el juicio por jurados, constituirá muchos años después un pilar de la nueva república (art 3 y sexta enmienda).
En 1773 defenderá la rebelión fiscal producto de la fiesta del te (Boston Tea Party), y desde entonces será junto a su primo Samuel Adams la cara visible de la agitación contra el gobierno británico, razón por la cual ante la represión inmimente, batallará por unir a las colonias en el primer congreso continental (1774), donde Massachusets lo envía de delegado.
Al año siguiente, bajo el ardor revolucionario en Nueva Inglaterra que caldea los ánimos a ambos del Atlántico, la guerra por el momento hace difícil pensar una reconciliación. No quiere decir que ya estuviera instalada y difundida la idea de la independencia. Nuevamente delegado, ahora ante el segundo congreso continental (1775-1781), Adams se aboca a la hercúlea tarea de volcar una opinión que sólo es favorable a la independencia en 1/3 de la población. Otro tercio es leal (loyalist) y el restante oscila entre el temor a ser ahorcado por traición a la corona o linchado por las turbas de patriotas.
Finalmente, en el seno del segundo congreso continental con sede en Filadelfia, mientras continuaba la guerra de resolución incierta, Adams integra junto a Franklin, Jefferson y 2 delegados más el comité encargado de redactar la declaración de la independecia. Delegado el trabajo en Jefferson, Adams, que según se cuenta era un maravilloso orador, defiende el documento y logra convencer a sus pares del congreso de aprobar la separación formal el 4 de julio de 1776. Sigue trabajando en el congreso hasta que lo envían en 1777 de comisionado a Francia. Se abre una nueva etapa en la que, desempeñando el oficio de diplomático, actuará como uno de los embajadores de la revolución, de nuevo, con Jefferson y Franklin.
En futuras entregas veremos cómo le fue. Por ahora no haré más larga esta entrada. Dos cosas más debo agregar en relación al libro comentado.
Una es difundir la novedad de que HBO está haciendo la miniserie John Adams basada en el libro de McCullough. Se estrenará el 16 de marzo y consistirá de 7 partes. Será una maniobra de marketting, que las nuevas impresiones de la biografía tienen en la tapa la fotografía del actor Paul Giamatti.
Por último agradezco la siempre sabia recomendación de Agustín Mackinlays de leer este libro, y dejo, como nota de color, un review de amazon que me pareció gracioso y a la vez útil como recordatorio de cuán poco pueden servir los reviews cortos de 1 estrella. Yo le doy 4 estrellas.
5 of 57 people found the following review helpful:DON'T READ THIS!!!!!!!!!,October 24, 2003 By A Customer
This review is from: John Adams (Hardcover)After reading this book, I wanted to jump off a cliff. The only problem was, I live in the plains. This book is HORRIBLE, filled with useless information on the love life of Fat John Adams and his sick wife. Do I care about them? NO! I read this book for the politics, or thought I would, not romance. I would recommend this book to anyone who is on the verge of suicide, and needs something to push them over the edge.
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