El siguiente post no es con ánimo de conventillo, sino para dar a conocer hechos que han resultado en menoscabo de nuestra fraternidad bloggera, en este caso con
El opinador compulsivo, alias artículos interesantes, Luis, Luisito, o Lucho. Notarán que desde el 30 de julio en su totalidad y con antecedente en los días previos, no aparecen más comentarios míos en El opinador compulsivo. ¿Me enculé y no quise postear más? Todo lo contrario;
desde hace días Luis me censura sistemáticamente, obstaculizando la publicación de mis posts por el mero nombre. No dio razones por tan infausto accionar, y sólo se limitó a explicar
por qué censuraba a otra persona. Lamento que él haya caído tan bajo como para tomar una determinación así cuando:
-Nunca había tenido muchos problemas en publicar mis comentarios allí (si no soy el que más comentó, estoy cerca).
-Nunca los tuvo él acá, y tampoco pudo haberlos tenido porque desde hace 1 mes no postea.
-Varios de mis últimos posts, censurados, no tratan sobre un tema que a mi entender le resulte particularmente sensible (ej. medio oriente), ni podría creerse que son provocativos o irónicos (como si dijera, v.g "la culpa la tiene el neoliberalismo").
-La diferencia ideológica se ha acentuado en algunos temas, pero sigue siendo mínima o inexistente en otros. Aunque yo le diga que por momentos porta rasgos neoliberales o neoconservadores, y él indirecta (y quizás irónicamente) replique "no soy liberal", no puedo más que coincidir cuando asevera (en el post ya vinculado) sobre "la ineficiencia intrínseca del estado en general y del estado argentino en particular en todas las actividades, y muy especialmente cuando actúa como empresario". También resulta triste que por algún diferendo, no podamos juntos mirar esperanzados la posible transición en Cuba.
Algunos dirán: "Pero en definitiva cada uno hace lo que le parece con su blog". ¡Y es cierto!. Los blogs seleccionan información para sus lectores a puro criterio del editor. Y así como cada uno hace con su blog lo que se le
canta, a Luis, afortunadamente, se le
cantó publicarme cientos de mensajes a lo largo de meses. Casi abruptamente y sin mediar explicación, se le
cantó no publicar ninguno más. Los blogs muchas veces expresan el humor de sus autores, como está expresando el mío ahora, a partir de que no me cayó nada bien lo que estoy dando a conocer. Pero así como el humor va mutando, la espontaneidad que lo expresa no implica un cambio rotundo ni repentino en las costumbres y expectativas, traducidas a manera de reglas, con las que bloggers (y en definitiva personas) conviven. Por ejemplo, el blog en cuestión aconseja no insultar o usar palabras insultantes. Interiorizado dicho consejo, funciona como regla, no impuesta coactivamente, aunque cuente con su respaldo.
No impugno el cambio de humor, porque es natural en toda persona, ni las reglas, necesarias o no, que el editor es soberano para adoptar, y siguiendo algun patrón de previsibilidad, de cambiar. Lo que sí me parece disfuncional para un blog, con mella para la tolerancia e independencia de criterio, es el cambio súbito y veleidoso de las reglas de juego, y la deficiente difusión de información al respecto. Es un problema estudiado por la psicología (no necesariamente psicobolche), la sociología, la economía, el derecho, la ciencia política, la comunicación, etc. ¿Por qué, dadas las circunstancias, no habría de afectar a la miniesfera blogger?. La arbitrariedad y el capricho es algo que le criticamos (al menos los que comparten algunas ideas de este blog) a los gobernantes. Ya Foucault ha sostenido que el poder circula a través de toda la sociedad, de suerte tal que no podemos circunscribir la crítica a la sola esfera gubernamental. Así como esperamos racionalidad y previsibilidad en los actos de gobierno, también podemos extenderlo a los actos de poder en general. Después de todo, el hecho de publicar o dejar de publicar una opinión a piaccere tiene semejanzas con un acto administrativo. Pero en el caso que tratamos ni si quiera goza del control ni de los recursos para contrarrestar la arbitrariedad mentada. Dependemos exclusivamente de la buena voluntad del editor. No huelga puntualizarlo, ni redunda testimoniar cuando esa voluntad por sus actos no deja verse como buena. Pido, por lo tanto, a Luis que ceje en su tesitura, empezando por dar una explicación, y, con un mínimo de comprensión, evalúe los demás considerandos aquí vertidos.