viernes, julio 17, 2009

Ni yanquis ni rusos. ¡Ambos!

En el artículo The Russian Army and American Industry, 1915–17: Globalisation and the Transfer of Technology (dentro de Challenging Traditional Views of Russian History editado por Stephen G. Wheatcroft) Frederick R. Zuckerman ofrece un nuevo enfoque sobre la primera industrialización de Rusia, comenzada, por esas paradojas de la globalización, justamente fuera de Rusia.
Entrado en la guerra en 1914 Rusia buscó satisfacer su demanda de armas y maquinaria volviéndose hacia EEUU, primera potencia industrial y cuna del fordismo y el taylorismo.
A pesar de la gran expectativa con la que venían acompañados los pedidos, el sistema americano de manufactura se mostró incapaz de llegar a resultados satisfactorios para los inspectores rusos, quienes imponían los más estrictos límites de tolerancia a la desviación de los modelos. En algunos procesos de fabricación la tolerancia era de un centésimo de milímetro, una exigencia acorde a la cultura artesanal de la elaboración rusa.
Descubrieron que la industria norteamericana estaba orientada hacía la satisfacción de bienes de consumo masivo que, como la ejemplar máquina de coser Singer, había tardado años en perfeccionarse.

A fin de estudiarlos y duplicarlos, Remington solicitó 20 rifles de linea, solo para toparse con la burocracia rusa que tardó semanas discutiendo si era posible enviarlos o no.
A su turno los oficiales rusos se sorprendieron de la ineficiencia tanto a nivel administrativo como de producción en las plantas, del desperdicio de recursos, y de la baja calidad de las materias primas. El rifle ruso se componía de 100 partes y 1500 operaciones, para muchos de los cuales Remington y Westinghouse no estaban preparados.
Para 1916 la situación no había mejorado. Impaciente al igual que los prestamistas británicos, el general Manikovskii preguntó dónde estaban sus rifles. En medio del malestar obrero y mientras los contratistas perdían dinero, los rusos empezaron a involucrarse cada vez más activamente, previa relajación de los stándares de aprobación. Temiendo la quiebra, Remington y Westinghouse dejaron a los rusos organizar la producción. El diseñador Fodorov resolvía los problemas técnicos en el momento e impartía instrucciones directamente a los supervisores de planta. En mayo de 1917 Westinghouse todavía producía 50 rifles por mes. Para agosto, 10 meses después de la llegada de Fodorov, producía 5000 por dia, cerca del máximo de producción proyectado por la compañía.

Remington por su parte debio ser seriamente restructurada, asistida técnicamente por el ejército norteamericano -EEUU ya había entrado en la guerra- y su contrato renegociado. Para septiembre de 1917 la casa matriz tenía en el directorio tres rusos y tres managers de experiencia. Durante los tres meses desde mayo hasta agosto Remington fabricó 29.300 rifles. En septiembre 52.000, en octubre 70.000, en noviembre 108.400 y en diciembre 107.100.
Después de la guerra muchas compañías norteamericanos invitaron a los técnicos a quedarse en trabajos permanentes. Los que no se quedaron, a su regreso ayudaron a instalar nuevas plantas de fábricas y municiones en Rusia.
Concluye Zuckerman
One observation stands out above all the others: both the United States and Russia learned much from each other about how to structure their munitions and ordnance industries before the next war.

1 comentario:

Claude dijo...

¿Qué hacían con los rifles que no salían tan bien como querían los rusos? Bueno para ir a garronear.