Me vi una película coreana fascinante ayer,
Tae gu ku, o
Brotherhood of war. Ante todo, como cuando ví
Silmido, hay que sacarse el prejuicio de coreano=trucho y barato. Baste a tal efecto recordar que coreanos también son LG y Hyundai, conglomerados que compiten palmo a palmo con keiretsu japoneses.
Si por no haberla visto no puede persuadirlos la calidad de la producción, van sólo 2 cifras: 12,8 millones de dólares -un vuelto en EEUU, pero todo un capital en Corea- se gastaron en hacer la verdadera épica que vieron 11,73 millones de coreanos.
No se cuánto puedo decir sin quemar el argumento. Me limito a comentar que trata de la historia de 2 hermanos durante la guerra de Corea. En medio de la tragedia les pasa de todo; recreando todas las emociones, cada momento se vive con intensidad: mucho más que una película convencional de guerra, aparte de acción, muerte y bombas, hay sentimientos -enconos ideológicos, celos personales, amistades y familiares perdidos- en un desequilibrio alterado permanentemente por la vorágine de esta guerra cruenta luchada sin cuartel.
A lo largo de las 2 horas y media se percibe con la claridad que no he visto en otra película el raro proceso mediante el cual la guerra transforma a gente común y corriente, citadinos y campesinos sencillos, con sus más y sus menos, en auténticas máquinas de matar, o su defecto en cadáveres. Se ve como el hambre, el aislamiento, la distancia, la venganza, en definitiva la desesperación, impulsa a hombres fuera de sí a hacer cosas increibles. Se ve como los dos hermanos surcoreanos peleaban a muerte, en un sentido más amplio, con sus hermanos de corea del norte -donde hasta hay enrolados amigos-. La dimensión humana y el parentesco deja de existir cuando con toda la furia chocan los, llamados uno por otro, cerdos capitalistas y comunistas.
En un principio son los coreanos del sur quienes defienden rabiosamente su porción de la península. La resistencia heróica del batallón protagonista de la película -en
Taegu, el vértice perimetral de Pusan- y el desembarco de MacArthur en Inchón salvan el día. Pronto reconquistan el territorio perdido, avanzan hacia el norte, toman Pyonyang y llegan hasta las proximidades del rio Yalu en la frontera con China. Entre coreanos del sur reina la algarabía por saber que el ejército popular de corea del norte que 6 meses antes los había arrinconado en un cerco de 60 x 80kms está acabado y con él la guerra. Sorpresas te da la vida: faltará mucho para que termine la guerra. Mantengo el suspenso por todo aquél gustoso de estudiar los sucesos históricos por su cuenta, o que quiera desasnarse durante la misma proyección de la película. Sí debo adelantar, que al término de la guerra en 1953 yacerán 4 millones de coreanos muertos, en su mayoría civiles.
Una particularidad de la película es la ausencia patente en escena del ejército terrestre norteamericano, no así con las vistosas escenas de bombarderos y cazas aliados. Es visible la procedencia de todo el equipo bélico del ejército surcoreano provisto por EEUU (las armas norcoreanas no son menos soviéticas, por otra parte). Estimo que, así como por la misma razón, léase la abducción de protagonismo a los norteamericanos, no les atrajo
Letters from Iwo jima, en
Brotherhood of war encontrán un libreto sin toda justicia a su participación, en definitiva determinante en el resultado de la guerra.
La cita es buena ocasión para recordar las atrocidades cometidas por comunismo, dejando a la vez constancia de que el gobierno del sur tampoco tuvo las manos limpias en el tratamiento de los prisioneros de guerra y presos políticos.
En fin, si los conmoví o convencí, échense una comprada, alquilada o
bajada.