martes, julio 11, 2006

Poseidon

Hace poco me puse al día y vi algunas películas recientes. La que criticaré aquí es Poseidón, de 2006.
Con un presupuesto de 160 millones de dólares, ya ha recuperado lo invertido.
Producto del cine-catástrofe, las apacibles escenas iniciales, contrastan con una crisis permanente una vez ocurrido el siniestro. Mostrando circunstancias críticas, Poseidón llena la pantalla de acción y efectos especiales. En el interior de la embarcación discurre una historia algo lineal, en la que un grupo de sobrevivientes a la vuelta de campana trata de salir hacia arriba (arriba y abajo en este film son términos más relativos que nunca). Caminando por los techos (no al estilo del hombre araña) escalan una serie de impedimentos físicos
propios del desastre que pone su vida en jaque. El desarrollo de la película prácticamente deviene en una sucesión de intrigantes puzzles, a resolver con la mayor de la hombría y sagacidad, sumado al necesario aporte de suerte. Cada etapa pone a prueba a los cada vez menos sobrevivientes, dándoles sólo un momento más de vida, pues conforme ellos suben en dirección a la superficie, el agua también lo hace. El film logra ponerlo a uno ahí, así que aún conociendo nuestras limitaciones para demostrar semejante heroicidad, vivimos la angustia de los protagonistas como si fuera el cine el que se inunda. La fuente del sufrimiento reconoce una idea subyacente: Todos sabemos que nos moriremos algún día, pero saber cuándo será, sobre todo cuando este plazo se trata de unos pocos minutos, es un dato intolerable. No todos responden a la crisis de igual manera, y la película nos permite catalogar dos grupos con distintas actitudes. Están los que se quedan en el lugar esperando a ser rescatados, creyendo que por estar la salida más allá de sus posibilidades, deben resignarse a ser socorridos. Otro grupo, mucho más reducido, y afortunadamente no tan lesionado por el impacto inicial, a la vez que claramente movilizado por el deseo de vivir (paradójicamente este ánimo le toca a un personaje que minutos antes quería suicidarse), trata de emerger. Como los barcos generalmente no tienen accesos debajo de su línea de flotación -en este mundo del revés, la única que temporalmente da a la superficie-, los protagonistas se ven en la obligación de idear apresuradamente un plan. Un joven aventurero, casualmente asesorado en el momento por un viejo arquitecto naval, propone salir por la hélice (!). Clara la meta, los medios para llegar a ella se van ajustando constantemente a las circunstancias. Escena a escena van surgiendo aporías aparentemente insuperables, que se resuelven según la división de tareas y la asignación de roles a los sobrevivientes según sus características o experiencia previa. Por ejemplo, uno de los personajes es bombero retirado, así que entre tanta devastación podrá hacer aportes útiles. El joven aventurero que ya mencionamos estuvo varios años en la marina a bordo de submarinos, de modo que conoce el funcionamiento del sistema de lastres que les permitirá avanzar inundando secciones para habilitar el acceso a otras. Las características personales pueden ser igual de útiles. En una parte, la expedición queda atrapada en un tubo de ventilación. El niño, de manos pequeñas, consigue pasarlas por una rendija para desatornillarla, ayudándose con un crucifijo portado por una inmigrante latinoamericana, probablemente la única católica entre los presentes. Así es que muchas veces por mero acaso consiguen sobrevivir un rato más, ya que literalmente se les sube el agua al cuello. Pese a ser una película típicamente hollywoodense, no hay un villano. Pero sí hay un personaje tan pedante como para que nadie lo soporte. En una película con la muerte al acecho, para el guionista no es difícil despacharlo, casi merecidamente. A falta de buenos y malos, hay simpáticos y antipáticos. Estos últimos no duran hasta el final.
La capacidad que tiene la producción de mostrar desafíos y resoluciones audaces, la hacen merecedora de un puntaje propio de una película entretenida.

Por ello me permito calificarla con 7/10.

Mención incómoda: Quien haya estado en un crucero sabrá que en las paredes suelen abundar mapas de la embarcación. Ciertamente los hay en el Poseidón, pero llamativamente instalados al revés, puesto que al dar el barco la vuelta campana, los mapas quedan enteramente legibles al ocasional accidentado, que no deberá girar la cabeza para leerlos.

2 comentarios:

Dieguistico! dijo...

Tiembla Catalina Dlugi!!! Marcos nuevo rey del mundo del espectáculo!!!

Marta Salazar dijo...

bueno, muy bueno! te sigo enlazando!