jueves, julio 20, 2006

Ser, digno de ser (y de ver)

Ayer en el cine sin saber bien qué película elegir (las que me interesan las vi todas), me metí con ánimo de "a ver que onda?" en Ser digno de ser. Casi 2 horas y media después, pude decir que esta película es ver, digna de ver.
Es una producción franco-israelí (con aporte belga e italiano, originalmente llamada Va, Vis et Deviens ) mostrando la vida de un chico etíope que, como refugiado, emigra a Israel y es adoptado por una familia de allí. El traslado se enmarca en un plan (Operación Moisés) para repatriar a Israel a los judíos falasha (o Beta Israel -etíopes-) refugiados en Sudán por el hambre y la guerra. Pero el protagonista no es descendiente de aquel mítico matrimonio entre el rey Salomón y la reina de Saba, porque siendo cristiano, sólo finge, a impulsas de su madre, ser judío para obtener el salvoconducto. "Schlomo" (nombre putativo al efecto de egañar a las autoridades israelíes) a partir de los 9 años es críado en el seno de una familia contenedora, de buen pasar, poco practicante, y algo progre. Al principio, como negro refugiado, es objeto de cierta discriminación por parte de la mayoría ashkenazi blanca (centroeuropea). Posteriormente su situación religiosa, como la de todos los de su origen, es puesta en duda por los sectores más ortodoxos en la aplicación del judaísmo. Los falasha aparentemente no son judíos porque la religión se transmite por la mujer, y la primera mujer (la reina de Saba) no era judía. Por lo tanto, debían ser convertidos al judaísmo (el conflicto, para ser superado exige una respuesta nada fácil de conseguir). La conversión es resistida por quienes no creen en una única forma de judaísmo.
Superados, políticamente, estos problemas étnicos, subsiste para Schlomo la angustia de guardarse culposamente el secreto de no ser judío, además del recuerdo de su madre refugiada en Sudán, a quien le escribe correspondencia sin obtener respuesta. El riesgo es mayor cuando se entera que los inmigrantes que, como él, se hacen pasar por judíos están siendo deportados, y de que su suegro (un ortodoxo) sospecha del engaño y lo rechaza como pretendiente.
La historia, planteada en estos términos, discurre desde 1984 hasta más o menos la actualidad, en que termina (no voy a decir cómo). En ese lapso Schlomo vive los aspectos más salientes de la vida cultural, religiosa y política israelí. Vacacionar en el kibutz, realizar el bar mitzvah, ganar un "debate" dogmático (suponemos que tras realizar el yeshiva), cubrirse ante los scuds iraquiés, y aunque inicialmente logra zafar del servicio militar (de 3 años, te lo regalo) yéndose a estudiar a Francia, también lucha -como médico- en algún conflicto con palestinos.
La película es emotiva -fuerte en sentimientos- y además sirve para ilustrarse en la cultura de Israel y judía en general.
Le doy 8/10.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Primero y principal aprovecho este medio para desearte un feliz día del amigo.
Muy buen relato de la película. Muchas veces el contexto internacional- esta vez una historia de un chico etiope, negro y judío- es importante para enterder sus peripecias y todo el entramado de su cultura.
Guille.

Fabiana Bump dijo...

La reina de Saba, obvio, no era judía. En realidad, su mítico matrimonio con Salomón fue mixto, y en realidad ni siquiera fue un matrimonio, ya que eso es imposible. Eso está prohibido, es una orden Divina objetiva, con explicación. Lo que distingue a un judío de quien no lo es no es otra cosa la Neshamá que posee. El proceso de conversión (teórico) es circuncisión (hombres, obvio), sumersión en una Mikve, y aceptar el cumplimiento de la Tora en su totalidad. Todo eso ante un tribunal rabínico válido. Pero el judaísmo no es un negocio, y menos cuando algo está basado en mentiras y engaños. Un converso auténtico sería una persona que, aunque haya nacido del vientre de una no judía, nació con una Neshamá, un alma judía. Bueno, el tema es muy complejo en realidad, hay que demostrar la pertenencia en la rama directa de la familia materna. La mayoría de los/as postulantes para la conversión son rechazados y no llegan ni remotamente a esos tres pasos.
Se pueden tener "raíces" judías, pero eso de ninguna manera significa pertenecer a la Familia de Israel.
La matrilínea es fundamental. Y tener la ketubá. Y aunque resulte algo insólito, si eso se cumple no hace falta más, ni es necesario obedecer la Tora, se es judío hasta la muerte, aunque no se quiera serlo y se incumpla todo lo demás.
Sólo quise hacer un mínimo aporte, en relación al excelente comentario de la película que has hecho en tu blog.

MarcosKtulu dijo...

Mab gracias por el comentario; como había escuchado, la conversión tiene muchos requisitos y formalidades, y en parte por eso habrá sido que un sector de la sociedad se resistió a someter a los etíopes al proceso. Por otra parte, tampoco había mucho control de si los que llegaban eran verdaderamente falashas (solo les preguntaban el nombre de los padres y abuelos). Además estaba la cuestión, ya mencionada, de si los falashas eran verdaderamente judíos (para empezar, creo que no están circunsidados), y que imagino, se habrá terminado definiendo políticamente para no desandar todo lo recorrido, viendo lo dificultoso y riesgoso que fue la operación.

Fabiana Bump dijo...

Exacto, hubo decisiones políticas también.
Y cuando la política entra por la puerta, la justicia se escapa por la ventana...
Hay muchos inescrupulosos que lucran con la conversión, y estafan exigiendo dinero, lo cual es una aberración.
Entonces la mayoría de los Rabí se cierran, e invariablemente dicen NO.